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Envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciéndole: «Así dice Ben Adad: “Tu plata y tu oro son míos; míos son también tus mujeres y tus hijos más hermosos”». El rey de Israel le respondió: «Sea conforme a tu palabra, oh rey, señor mío; tuyo soy yo y todo lo que tengo».

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